La turbina del software nacional


SiigoA pesar de las luchas diarias que enfrenta esta industria, hay quienes la jalonan y le apuestan a un gran propósito común: la marca país.

Pocos empresarios se le miden a trabajar fuertemente por un gremio y a ponerse las dos camisetas: la propia y la de un sector. Desde luego, no se trata solo de generosidad, sino de una visión amplia del negocio y de la certeza de que entre mejor le vaya al país, mejores resultados obtendrá su compañía.

El tema gremial es un estadio gana-gana. Y así lo ha entendido Ricardo Ortiz, fundador y presidente de Siigo (empresa de software contable y empresarial), quien también ejerce como presidente de la Junta Directiva de Fedesoft, Federación Colombiana de la industria de Software y Tecnologías Informáticas Relacionadas.

Siigo es una compañía colombiana destacada por su evolución y por su modelo organizacional basado en la felicidad, que ha sido objeto de noticias y reportajes. No obstante, en el contexto actual vale la pena rescatar su labor como ‘jalonadora’ de todo una industria.

Si bien desde la fundación de Fedesoft, Ortiz, uno de los seis impulsores, pensaba en la importancia de tener representatividad ante el Gobierno, lo que más lo ha movido es el reto de volver más competitivas las empresas del sector y el sueño de que este llegue a aportar el 5% del PIB del país.

Este sueño, que ya está definido como la mega de Fedesoft para materializarse en 2025, tomó fuerza en Ricardo al codearse con la crema y nata de la tecnología mundial, a raíz de la venta del 70% de su empresa a una multinacional holandesa, en 1998. Dicha experiencia lo llevó a darse cuenta de que en Colombia teníamos productos de software de talla mundial y, en muchas ocasiones, superiores a los que se ofrecían en los mercados europeo y estadounidense, pero la mentalidad tercermundista no nos permitía visualizarlo.

Tanto así, que una tecnología desarrollada por Siigo terminó siendo patentada por la compañía holandesa como propia. Después de unos años la compañía colombiana recompró a su socio europeo, no sin antes detectar la gran debilidad de las empresas nacionales: la falta de acceso a capital, que de paso restringe el acceso al conocimiento, motor infalible del crecimiento.

Por lo mismo, Fedesoft identificó tres pilares en los que ha estado trabajando: organizaciones competitivas, entorno fértil del recurso humano (debido a la falta de profesionales en estas áreas) y posicionamiento internacional, con un fuerte foco en la aprehensión de conocimiento.

La buena noticia es que el Gobierno se ha alineado con estos pilares y ha entendido que cada actor del ecosistema digital no puede seguir ‘jalando’ para su lado.

Sin embargo, y a pesar de que se ha avanzado en la creación de leyes e iniciativas que estimulan el desarrollo de la industria nacional, se requiere un compromiso por parte del mismo Gobierno de aceptar la oferta local en software. No se pide que privilegien la mediocridad, sino que el buen producto colombiano pueda competir. No son pocos los casos en que se evidencian que las multinacionales del software hacen lobby para que, en los términos de referencia de licitaciones del sector público e invitaciones a cotizar se contemplen requisitos que de entrada excluyan a los productores colombianos.

Es más, las autoridades nacionales deberían indagar por qué tantas y tan prestigiosas empresas multinacionales de tecnología reportan resultados negativos año tras año. ¿Qué hay detrás de tantas pérdidas?, ¿será que las juntas directivas de las casas matrices son indolentes ante los estados de resultados negativos?, ¿será que venden a pérdida en Colombia y en otros países en desarrollo, por vocación?, ¿las autoridades colombianas son sordas, ciegas y mudas ante esta realidad?, ¿qué hay detrás de todo esto?, ¿competencia desleal?, ¿existe lobby ‘calificado o sofisticado’ que vuelve esta situación invisible?

No más interrogantes por ahora. Al final, la industria colombiana del software debe superar estas ineficiencias, entendiendo que para crecer en competitividad se debe aceptar la oferta internacional, pero con reglas estructurales transparentes y equitativas. Además, propiciar la competencia es apenas lógico si deseamos ser exportadores de la industria TIC.

Estamos llamados a desarrollar una estrategia de ‘marca país’ para posicionar a Colombia como generador de productos de alta calidad en este nicho.

Solo basta ver el ejemplo de Nueva Zelanda con Xero (servicio de contabilidad en la nube), un solo producto que puso al país en el radar tecnológico o, sin ir más lejos, Microsoft en Estados Unidos.

Sin duda, hay mucho por hacer, pero desde el gremio son optimistas y le apuestan a que con el software suceda lo mismo que con el fax o el computador: se vuelva indispensable para la operación de cualquier empresa, y todos entendamos que la tecnología es sinónimo de competitividad.

En lo particular, Siigo continúa impulsando iniciativas, como la que presentó el año pasado al Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones para incrementar la productividad de las mipymes de las regiones, con base en tecnología de gestión. Si bien aún está esperando el aval, espera llegar a las gobernaciones y a los empresarios para que entiendan que al ser más competitivos venden más, generan más empleo, se recauda más por impuestos y, en general, se reactiva toda la cadena.

El desafío para los próximos años, y específicamente para este 2017, es consolidar la capacidad de generar riqueza desde las empresas, lo cual exige la sofisticación de la oferta exportadora. Pasar de vender al exterior café, petróleo y banano a productos que reflejen conocimiento, valor agregado y efectividad operativa, como es el caso del software, una industria que, de la mano de sus dolientes, sigue carreteando hasta llegar donde merece llegar.

Escrita por Germán A. Mejía A., Director General de bmLab Latam. Publicada en el diario Portafolio el 10 de enero de 2017. Sección Estudio de Caso.